Meditando los miércoles I.
Todo empezaría un miércoles 26 de marzo de la mano de mi hijo mayor. Yo, que aún me encontraba en el disfrute de uno de esos sueños semi-profundos donde se siente dormir, a la vez que se escucha, todo lo que ocurre alrededor.
Fue así que sin querer, queriendo, mis ojos todavía negados, luego del despojo de un descanso merecido. Descubrieron a mi peque más grande al lado de la cama. Medio atontada y con la entera dificultad para distinguir la hora precisa que marcaban las agujas del reloj pero con la capacidad necesaria para distinguir la luz que apenas asomaba en la ventana, dieron por concreto que estaba sólo amaneciendo.
Con la voz dulce pero apretada entre los dientes, le pedí que volviera a su cama pero la cara de "ya he dormido 8 h", me obligó a levantarme y acompañarlo hasta el sillón. Eran las 7:15h y en el camino iba perdiendo lo que me quedaba por sueño pero no de cansancio. Rendida en su compañía y en el sillón, pensé en poder dilatar un poco más la mañana pero a los 10 minutos, me pidió la leche. Con paso de pluma, para no despertar a nadie, me dirigí a la cocina pero el ruido del microondas, levanto a Kenzo (el gato) y con un maullido rotundo, comenzó su serenata.
Fue en vano pedirle que se callara (los gatos no entienden español) y en 5 minutos me encontraba yendo hacía la habitación de mi hija, dispuesta ovbiamente a no perderse ni un minuto más de la compañía de su hermano, ni la del gato, ni de la mía.
Mi marido...
Fuente de la noticia:
El Diario de Francine
URL de la Fuente:
http://eldiariodefrancine.blogspot.com
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¡Cómete a besos a tu bebé! |
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