Tras ponerse una camiseta recién lavada, ingerir un plato de fresas, tomar el antibiótico para la infección de garganta, darse un baño en la piscina, comerse un helado, tras una jornada de playa...tu hijo comienza a quejarse y entonces las ves, ves las ronchas en su piel, enrojecida, y la cara de tu pequeño desencajada del picor y del dolor. No entiendes nada, te desconciertas porque ni la camiseta es nueva, ni es la primera vez que come fresas, ni que toma el antibiótico, ni que se da un baño en la piscina, ni que come un helado, ni que pasa calor en la playa... 
Lo primero que piensas: una alergia, seguro. Las ronchas acaban desapareciendo en unas horas y te tranquilizas, pero, para sorpresa tuya, al cabo de unos días vuelven a aparecer y, en esta ocasión ni se ha puesto la camiseta, ni ha comido fresas, ni le has administrado el antibiótico, ni se ha dado un chapuzón, ni ha comido helado, ni ha estado en la playa.No, no era alergia.Comienza el peregrinaje de médicos y, al final de un proceso, habitualmente más largo de lo que desearías, se confirma el diagnóstico: se trata de Urticaria. Es muy alarmante para los padres ver determinadas afecciones en la piel de sus hijos. En el caso de la Urticaria, además, los brotes pueden aparecer a gran velocidad y súbitamente, en cuestión de segundos. Es inevitable que, en esos instantes nos inunden temores y dudas sobre la posible extensión de los mismos, si afectará a órganos vitales, si pondrán...