Por allá mitad de mayo del 2020, me topaba por casualidad con que dos pollitos iban a ser sacrificados y, como aquello no entraba en mi cabeza, me los traje para casa. 
Uno de ellos, desafortunadamente pereció en las fauces de Fosca, nuestra teckel pero el otro, pudo salvarse. 
Aquello fue un antes y un después en nuestros vidas ya que no pudimos desprendernos de él y se quedó en casa. 
Era tan suavecito, tan pequeñín... Y tan gracioso que enseguida le cogimos cariño - unos más que otros, como por ejemplo maridín y el mayor, que la toleran pero poco más - y aquel pollito que resultó ser hembra, pasó a llamarse Pepa por obra y gracia de mi ingenio al ponerle nombre y a ser una más en la familia.  Se llevaba bien con Fosca, con Montana, nuestra Maine Coon que nos dejó hace unos días con casi 16 años y además, nos seguía a todas partes y le encantaba acurrucarse con nosotros... Vamos, que en nada nos ganó.
Durante los dos primeros meses de vida ( nos la dieron con 2 días ), por las noches dormía en una cuevecita de gato, a los pies de la cama de la peque, aunque muchas veces por las mañanas, nos dábamos cuenta de que se había salido y de que había dormido acurrucada con ella.Por cuestiones de higiene - los pollitos no tanto pero las gallinas cuando cagan, es que cagan de verdad, como dicen que las españolas hacemos besando y claro, eso no podía ser... -Así que mi padre le hizo un gallinero y por las noches duerme en él, e...