Piña Rellena
Sin darme cuenta ha llegado una de las fechas más bonitas del año para mi. Siempre nostálgicas, pues me faltan mis padres y mis abuelos que son los que hicieron posible que aquellas Navidades de mi niñez fueran muy felices. Eran unos días de ajetreo en casa, mi madre y abuela siempre andaban trasteando en la cocina preparando comidas y almuerzos. Mi abuelo ayudaba a cortar el pan y a probar la comida, se llevaba la mejor parte; mi padre se encargaba del vino, del cava y de compras de última hora. Mi hermano y yo, con vacaciones escolares, jugábamos y jugábamos sin parar deseando que llegara el momento de disfrutar de todo lo que se cocía en la cocina. Cuando mi madre empezaba a arreglarse significaba que todo estaba preparado y ya podíamos poner la mesa. Sacaba la vajilla que se guardaba para la ocasión, la cubertería, la mantelería bordada por ella de su ajuar de novia, la cristalería que había que poner con mucho cuidado... Me parecía todo precioso, tan bonito que estaba segura de que nadie en el mundo tendría una mesa tan maravillosa. En Nochevieja volvíamos a repetir, y aún con más ganas, pues celebrábamos el santo de mi abuelo Manuel, y eso era muy especial pues tuve la suerte de tener el mejor abuelo del mundo. También venían a casa mi tios y primas y alrededor de la mesa disfrutábamos a lo grande. Las uvas preparadas en cartuchitos o puestas en las copas de cava ¡¡Llegan las campanadas!! Mi padre era el primero en ...
Fuente de la noticia:
Bebe Teta y Mimitos
URL de la Fuente:
http://bebetetaymimitos.es
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