Te va a parecer mentira pero a estas alturas del año, y con lo que queda para celebrar el cumpleaños de mis hijos, ya me bulle la cabeza pensando cómo organizarlo. Luego lo dejo todo para el último día, soy procrastinadora por naturaleza, pero no puedo evitar que me ronden mil ideas por la cabeza desde meses antes.

La ventaja es que ya llevamos unos cuantos cumpleaños a cuestas y más o menos se lo que va gustando más o menos, al menos a mis hijos, que son los auténticos protagonistas. El inconveniente, que los niños son volubles, cambian de gustos y como es normal, a más edad cumplen, sus expectativas son diferentes. En el fondo es como en las bodas, si los invitados no disfrutan la fiesta se agua, así que hay que intentar acertar tanto con los cumpleañeros como con sus invitados.
En ocasiones añoro la sencillez de los cumpleaños de mi infancia. Una merienda en casa con chocolate caliente, bizcocho, mediasnoches rellenas de jamón, gustanitos y una tarta para soplar las velas. Venían todos los amigos de casa, la liábamos parda y era el mejor cumpleaños del mundo. Claro que las madres de entonces tenían que lidiar con la jauría de infantes desbocados por toda la casa, que tiene su trabajo.

Siempre pienso que si tuviera una casa espaciosa, esto es, con un porche, jardincito, terraza o similar, me liaría la manta a la cabeza y celebraría allí los cumpleaños. Pero eso sucede en mis sueños, la realidad es un piso de 80 metros cuadrados sin ni siqui...