Los pendientes* de la abuela.
Siendo mamá de un nene, el sueño de la niña se imponía pero como cualquier mamá, hubiera amado de la misma manera, si la vida me hubiera regalado otro niño. Pero cuando el ecógrafo me confirmó el sexo, lloré las lágrimas de felicidad, de las ganas de vestir a mi pequeña en rosa con todas esas cosillas que hacen ahora y que hacen que se vean tan preciosas. Me proyecté en un futuro lejos, muy lejos, juntas caminando por alguna callecita de París, compartiendo vitrinas o en un café tomando un té sin azúcar con alguna charla de chicas.
No sé, esas cosas que piensa una madre, capaz de amar igual a los hijos, al mismo tiempo, en el que se inventan, otros momentos que en parte tienen que ver, con ese de ser nene o nena.
Como es la tradición en mi país, en América latina y por lo que sé ahora, en España. Los pendientes* los vería también, en las orejas de mi pequeña.
No era un capricho, era algo que sentía y que me había dicho a mi misma que si algún día tendría una niña pues lo haría.
Así, mi abuela quien hace años, había perforado mis orejas a la edad de tres semanas, me ofreció el más bonitos de los regalos y los pendientes que compró en su pueblo, emprendieron viaje desde Uruguay en una cajita que envuelta en papeles de mil amores todo arrugadito, viajaría en otra caja con destino Argentina.
En las manos de mi madre y sin abrir, fue escondida junto a chucherías que me enviaría en una encomienda express, donde...
Fuente de la noticia:
El Diario de Francine
URL de la Fuente:
http://eldiariodefrancine.blogspot.com
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