Hoy vuelvo al blog después de un mes de inactividad, y es que el final del trimestre apenas me dejó tiempo para dedicarme a nada más que a mi familia y a mi trabajo. Tras unos días de “descanso”, si se puede llamar descanso al trajín de las navidades, y con varias entradas a medias pendientes de recibir el último visto bueno, vuelvo a las andadas para hablar de una de las grandes aficiones de mi pequeña: el coleccionismo.
No sé en qué momento exactamente empezó el afán de mi hija por guardar diferentes cosas, pero sí puedo decir cuáles fueron sus primeros objetos de deseo: las piedras. Piedras de diferentes formas, tamaños o colores, en la calle, en el parque, en algún jardín o maceta, siempre que hay piedras a su alrededor empiezan las negociaciones:
“¿Puedo llevar piedras"”
“Vale, pero sólo una, que tenemos muchas en casa”
“¡Pero es que necesito dos!”
“Bueno, pues elige las dos que más te gusten”
“Dos para mí, una para papá, otra para mamá y una para Lina (nuestra gata), ella también necesita una piedra”

Y tras la retahíla entra en casa con las manos llenas de piedras que se dedica a colocar y guardar cuidadosamente.

Además de su atracción por las piedras, me resulta curiosa su fascinación por los objetos pequeños, figuritas, adornos o miniaturas que irremediablemente captan su atención y se convierten en nuevos tesoros si caen en sus manos.

Por todo est...