Cuando me enteré  de mi embarazo, no me emocioné, tampoco lloré de la felicidad y menos pensé en ideas creativas para anunciarlo. Cuando supe, sentí miedo, mucho miedo, angustia, comencé a pensar en cuanto tiempo sería capaz de ocultárselo a mis papás. Mi embarazo no fue motivo de alegría ni de felicitaciones, todos en casa estaban como en funeral, no sabían que decirme ni como tratarme y es que en parte estábamos en uno, mis padres sentían que  había matado mi futuro, yo no sabía en que momento tendría que salirme de  casa.
Si bien siempre dicen que todos los embarazos son bendiciones lo que no te dicen que es asimilarlo como tal, toma un buen tiempo, tanto para ti como para los que te rodean. En mi caso no fue  hasta que vi su corazón brillar en el monitor por la amenaza de un aborto espontáneo,   que entendí que mi vientre tenía vida y que ese pequeñito ser era tan mío como yo de él. A veces las circunstancias no son las que hubiéramos deseado, incluso podemos llegar a pensar que  nuestro embarazo es  un obstáculo, un error, un accidente o algo por lo que sentir  verguenza. En ocasiones perdemos toda nuestra red de apoyo, nuestra familia se aleja, los amigos se van y la pareja huye, es cuando sentimos que todo esta perdido, que no hay salvación  para nosotras ni para el bebé.
Algo que me ayudó mucho a pasar los momento difíciles fue tener la certeza que existía alguien superior que me amaba y no me juzgaba, que  me quería decir q...