Nueve meses dentro de ti, alrededor de 40 semanas de embarazo creando para él un hogar mágico, en el que no le faltara de nada: ni alimento, ni calor... con todas las comodidades del mundo. Y de repente, contracciones y ¡fuera! Al mundo real, al universo exterior, a comer por si solo, al frío desangelado, a lo desconocido, a empezar a ser valiente desde el segundo uno. Menuda experiencia la del parto para el bebé... ¡Casi un desahucio, como si lo expulsaran de su hogar, de su pequeño mundo de paz!
No sólo para ti cambia todo después del parto, imaginaos para el bebé. Él, que había vivido feliz, ajeno a todo, con su temperatura ideal, con su nidito, con su alimentación directa, y de repente todo cambia. Pues si os imagináis ese espacio, ese útero, os podréis hacer una idea del cambio cuando lo tumbamos en la cuna a dormir. ¡Qué cantidad de espacio! Es como pasar de vivir en un piso de 25 metros cuadrados a un chalet de 300m. 
Los bebés se sienten desprotegidos, perdidos en la nada más absoluta de un espacio enorme en comparación con su casa materna. Por eso observaréis la necesidad de contacto que tienen los bebés y la importancia del mismo. Para su descanso y su tranquilidad, los niños necesitan que su cabecita roce con algo, ya sea tu cuerpo, ya sea el borde de la cunita... Por eso, incluso en los hospitales emplean distintas técnicas con los recién nacidos y en neonatología, porque en los bebés que nacen prematuros es aún más important...