Salvo la época en la que se puso de moda el Tetris (yo debía de tener 16 años, nunca me he enganchado ningún juego en el ordenador ni en el móvil. No he jugado nunca a Apalabrados ni al Candy Crush. Pero ahora sí tengo en mi móvil la app del momento: Pokémon Go. Me la descargué en cuanto se pudo en España para poder escribir con conocimiento sobre ella en el medio en el que trabajo. Y se la enseñé a mi hija una tarde en casa. Empezamos a jugar y cazamos el primer Pokémon en la terraza de casa. Después ya tuvimos que salir por el barrio a buscar más. Lo malo (o lo bueno) es que cerca no tenemos pokeparadas (lugares donde recargas bolas gratis). Después de esa vez, lo usamos otras dos veces más en Madrid. Sin embargo nos ha venido de perlas en nuestro viaje a Tenerife. Os explico por qué puede ser una herramienta útil para esas jornadas en las que tienes que caminar de un lado a otro y tienes a los niños aburridos, hartos y cansados. Como en todo, lo importante es utilizarlo en su justa medida. Solo lo hemos usado en determinados momentos del día en el que había que ir andando de un sitio a otro. Por ejemplo, en la excursión del Teide. Antes de llegar ya habíamos visto en la aplicación dónde estaban las pokeparadas (viene una foto), así que cuando estábamos delante de una, Olivia la reconocía, me pedía el móvil y recargaba. No la dejaba ir andando con el móvil en la mano, por si se caía, así que se lo llevaba yo.
Recargando a los pies del Tei...